viernes, 10 de diciembre de 2010

Un día cualquiera de la profesora de filosofía

En un día normal, me dirijo al centro en torno a las 10 de la mañana. Tengo clase a las 11 pero me gusta ir con tiempo por si surgen contratiempos y para prepararme para la clase. Lo primero que hago es ir a la sala de profesores. No soporto a la mayoría de mis compañeros, muchos están como quien dice recién salidos de la facultad y se piensan que lo saben todo. Me recuerdan mucho a los propios alumnos. La verdad es que hay días que la convivencia con ellos se me hace muy difícil porque no comparto la mayoría de sus decisiones y opiniones. Creo que ellos tampoco me pueden ver a mí y que cuando no estoy me critican. Me miran con un poco de miedo pero a veces también con desprecio. Tampoco el personal PAS me tiene mucho aprecio. La verdad es que me siento bastante sola en el centro. La directora no me apoya en nada y siento que nada de lo que yo diga o proponga será bien recibido.
Luego me dirijo a clase, estoy desganada, cada vez es más difícil enseñar. Yo ya no tengo fuerzas ni ganas de aguantar esto. Yo siempre he querido enseñar en la universidad donde los alumnos realmente quieren aprender y entienden de lo que hablo. Pensé que esto sería algo pasajero. No he estudiando para enseñar a “niñatos” que ni siquiera valoran lo que les estoy enseñando. Al menos a mi me respetan, y en mi clase mientras yo hablo nadie se atreve a hablar. Estos niños de hoy necesitan mano dura que les enseñe lo que es la vida. Me han dicho algunos profesores que por lo visto me llaman “La Rottenmeier”. Sinceramente me da igual. Ya me quedan muy pocos años para jubilarme y estos últimos años la verdad que se están haciendo un poco pesados. Ojala pudiera prejubilarme.
No tengo forma de hacer mi asignatura más interesante, ya que no es muy compatible con las nuevas tecnologías, así que sigo dando mi asignatura a la vieja usanza: utilizo libros de texto que leemos y analizamos en clase; y la pizarra de toda la vida aunque también alguna que otra pelicula. Me gusta hacer exámenes orales porque es donde realmente veo que han comprendido lo que les explico y al tener que responder rápido no tienen tiempo de inventarse nada, o lo saben o no lo saben. 
Hay veces que los alumnos me dan pena. Ahora que tengo nietos, creo que quizás he sido demasiado dura con estos alumnos. Los tiempos han cambiado mucho y la enseñanza ya no es lo de antes, pero tengo una reputación y tampoco me ha ido tan mal así. No puedo cambiar ahora. Tengo ganas de jubilarme para poder estar en mi casa tranquila y dejar el nivel de estrés emocional que me supone esta profesión.
Otras de mis funciones en este centro a parte de enseñar, es la de vigilar el recreo cuando me toca, hacer horas de guardia por los pasillos y tratar los problemas de mi grupo de tutoría. Tengo un grupo de 2º de Bachillerato ya que me niego a que me pongan con más pequeños. No soporto que me llamen “seño” o “maestra” yo soy Profesora, yo no limpio mocos. Con este grupo de 2º de Bachillerato trato los problemas que se presenten, si me dan quejas de ellos, si ha pasado algo en el grupo  o si tienen algún problema. Además, enseño técnicas de estudio. También hay ocasiones en que esa hora la utilizo para repaso de mi asignatura o para que estudien.

1 comentario:

  1. Muy bien, con tu aportación personal. Buscando tu camino de futura profesional. Saluditos Lola

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